En este articulo de opinión para Diseño Interior, Rafael Gallego hace una lúcida reflexión sobre la importancia de asesorarse con un buen diseñador de iluminación. Al igual que no concebimos una obra de teatro sin una buena iluminación que la ponga en escena, no deberíamos hacerlo tampoco en arquitectura; provoca emociones, reduce gastos de instalación y genera valor añadido. La iluminación tiene grandes posibilidades aún no aprovechadas. Rafael esparce el mensaje a los cuatro vientos.
Todos conocemos alguna versión del cuento de La Cenicienta, una joven maltratada e infravalorada en su familia a la que una hada ayuda a potenciar sus valores y termina ‘deslumbrando’ al príncipe y a su reino. Este relato infantil describe muy bien situaciones que son habituales. Sin ir más lejos, la iluminación de los proyectos: no obtiene todo su potencial ni de lejos e, incluso, su mal uso a veces desvirtúa el espacio. ¿Por qué es tan frecuente esta situación? Pues, sencillamente, porque no tenemos cultura de la luz. Todos hemos experimentado la capacidad de la iluminación teatral: una escenografía, una historia y situaciones emocionales de tensión, romanticismo, de día, de noche, con tormenta… Siempre el mismo escenario, pero la luz variando para generar las atmósferas que nos impresionan. La luz es un lenguaje que comunica emoción. Tiene su gramática, que podríamos definir como un equilibrio entre técnica y estética, para revelar ‘el adn’ del espacio mediante la creación de ambientes. Es un conjunto de disciplinas cada vez más complejas debido a la alta tecnificación de las fuentes de luz, las luminarias y los sistemas de control. Pero, sobre todo, es un gran modulador de nuestro estado de ánimo.
¿Qué es la cultura de la luz? Podríamos definirla como tomar conciencia y usar la parte emocional de la luz, que aporta un gran valor añadido. En los proyectos normalmente empleamos la iluminación para satisfacer las necesidades elementales, ya sea luz para ver, para desarrollar tareas funcionalmente. Nuestra sociedad, que tiene cubiertas las necesidades básicas, demanda y consume experiencias. Y nuestros proyectos lumínicos también deberían dar respuesta a esas necesidades. La luz es un «material» que genera identidad, informa, orienta, ordena, señaliza, pro-
mueve, estimula, interactúa, sorprende, atrapa, encandila… Es una herramienta de márketing que ayuda a generar branding e identidad. Y, sobre todo, es capaz de generar belleza y confort en un espacio. La luz no solo es responsable de cómo vemos un entorno, sino también de cómo nos sentimos en él. ¿Cómo abordamos la iluminación de los proyectos? En nuestro país, a través de muchos tipos de consultores.
Hay arquitectos, interioristas y paisajistas que desarrollan la propuesta de iluminación con su propio equipo. O bien lo externalizan con el resto de instalaciones a una ingeniería. También se puede dar el caso de que se contacte a un fabricante de luminarias para que realice una pro-puesta con su producto. A veces el contacto es con una empresa de distribución de luminarias para que se incorpore más de una marca. Y en el peor de los casos, y sí, se da más a menudo de lo que queremos admitir, lo acaba decidiendo el instalador eléctrico de la obra. Como es fácil entender, cada uno de los agentes citados anteriormente tiene intereses propios superpuestos a las necesidades lumínicas del espacio: luminarias decorativamente atractivas, realización estándar del proyecto cumpliendo los objetivos básicos, venta de producto, facilidad en la entrega y montaje del material… Y suelen realizar `gratis’ la ‘consultoría lumínica’ ya que sus ingresos provendrán de participar en algún momento más del proceso del proyecto: siendo parte de la cadena de venta del producto o instalándolo. Este proceder sería inaceptable en otros países más avanzados. De la misma manera que es impensable realizar una obra de teatro sin iluminador, sus equipos multidisciplinares incorporan un diseñador de iluminación independiente para que esté a cargo del desarrollo lumínico en su sentido más amplio: traducir el concepto del espacio o edificio a efectos lumínicos, ser coordinador de los diferentes profesionales y gestionar los costes. El diseñador de iluminación independiente es una figura profesional poco presente en nuestro país, que tiene un acercamiento a la iluminación libre de otros intereses profesionales. Su objetivo es la alta calidad lumínica del proyecto: sostenible, ajustado en costes, innovador, identitario, integrado, atractivo, que comunique emociones… Y es importante su incorporación al equipo en fases iniciales, ya que interactúa con el resto de consultores. Como todo profesional, cobra honorarios por sus servicios, los cuales son difíciles de vender si no se entiende el valor de los mismos ni la importancia que tiene la luz en el proyecto. Pero estos honorarios se ven compensados con creces por la gestión económica de la partida de iluminación al reducir gastos de instalación o construcción. Y siempre generando valor añadido. Obligatoriamente nuestra arquitectura va a ir teniendo mejor luz. Será necesario reducir costes energéticos y económicos, pero deberán ir asociados al incremento de la calidad de los proyectos lumínicos. La iluminación tiene grandes posibilidades aún no aprovechadas, y eso sólo será posible contando con los mejores profesionales independientes.
Con el Año Internacional de la Luz, la ONU pretende comunicar a la sociedad la importancia de la luz y sus tecnologías en áreas tan esenciales como la energía, la educación, la comunicación, la salud. Pero incluso en un año como este, la luz más cercana, la de nuestros edificios y espacios, es también una Cenicienta en las celebraciones internacionales, que están llenas de actividades relativas a la física, la óptica, la fotónica… La luz cambia nuestro mundo. Está en nuestras manos cambiarlo para mejor.
Puedes descargar el pdf original aquí Diseño lnterior 75